También los súper héroes son malos
Policía posando en la 22
Casi siempre, por no decir que ya por instinto, la vida social está llena de jerarquías, de confianzas inéditas y esperanzas que en su mayoría están hechas polvo al seguir ese prototipo caritativo de un buen mandatario o protector que represente un país, un Estado.
Los policías. Qué gracia sería de cada una de nuestras vidas si no existiera la representación del control estatal a través de esos sexys y colorados chalecos muy reconocidos por el acido incómodo que genera en los ojos al verlos posar.
Esa pose no es de olvidar, “representan la autoridad de Colombia”, son una pedantes indescriptible, tienen un disfraz que los trasforma, unas botas que los adorna y los legitima como una representación no tan casual de nuestra nación. Ellos los del uniforme verde, con gorras, casco, bolillo y revolver, están ahí como héroes no tan dramáticos y “eficientes”, la velocidad de la luz no existe cuando se necesitan, no llegan ni a los pies del súper héroe Chapulín, del que tanto disfruté ver actuar por su ignorante heroísmo de las series de Chespirito.
El tiempo se les alarga, cuándo llegan después de todo lo acontecido, un accidente, robo, discusiones o desorden. Se pierden, en su mayoría, de lo más exquisito, del nudo de la historia. Aunque también forman parte de ese picante algunas veces, su disfraz de heroína en ocasiones no les sirve, puesto que se convierten en ese personaje malo del que tanto delirian por encontrarlo. Sobornan, se dejan sobornar, roban y maltratan su inspiración del día a día, los menos desfavorecidos; utilizan su autoridad para mandar en negocios turbios de los que sobresale nuestro país: narcotráfico, robos y asesinatos.
Fui una vez esa mujer maléfica, que logró sus objetivos y cuestionó los principios morales y éticos de los que se rigen nuestros queridos uniformados. Fidelidad, justicia, protección, trasparencia y exigencia. Recuerdo no esforzarme mucho. Era el día en el que celebraba mi cumpleaños, estaba en la calle, tomando infinidad de trago, cerca a un centro educativo. Llegaron dos súper policías, en su súper moto, les falto el súper perro, pero tenían unas súper gafas que parecían espejos de mucho zoom.
El reclamo fue hecho con superioridad, y mi respuesta fue anárquica y seductora, ellos ya tenían mi cédula en las manos, corroborando la fecha de mi cumpleaños: “Feliz cumpleaños señorita, es un gusto acompañarla pero en la calle no se puede digerir alcohol”, dijo uno de ellos; “hoy no es un día normal, cumplí años y puedo hacer lo que me plasca, e incluso tengo el poder decisivo de invitarlos a unos tragos”, les respondí. Dos tragos de guaro recibieron cada uno, posaron para un par de fotos y continuaron su trayecto vigilatorio sin corrernos de nuestro aposento callejero.
¿Qué decir?, la honestidad no es piadosa, y menos es una buena característica de una persona que ejerza el poder. No existe esa polis, con líderes de ideales propios de una buena sociedad, que alguna vez se intento hacer en Grecia. No hay corazón en el musculoso uniformado, cuando traiciona con robos, agresiones e incluso con violaciones de derechos fundamentales. No especificaré más en ello.
Un súper héroe nunca será tan bueno como lo muestran en las series o en las películas, ni tan fuerte ante las adversidades del mundo que protege; porque también tiene en su instinto la avaricia, la malicia, lo infame, que no controla como individuo ciudadano. Se desgasta ilusas esperanzas de que allá un Superman o un Batman en el no súper policía, para que no solo gobierne nuestra nación sino que proteja al mundo.
Comentarios
La felicito por su sinceridad. y bueno... que se le va a hacer, gracias a ese nivel de autoridad en este país se puede hacer de todo como seguir tomando en los andenes y además tomarse fotos con la "ley"