Karma en el Sexo


Ilustración por Don Guaro.


Los audífonos seguían en su lugar haciendo eco a mi playlist favorito después de correr kilómetros enteros de andén, estaba exhausta en la cama mirando al techo y pensando en lo increíble que fuese si pasara todo lo que mi cabeza estaba pensando, mi lengua calmaba con suaves roses mi boca alborotada y mi imaginación estaba llegando directo y suavecito a mis caderas.

Pensaba en sexo, en su sexo, en los movimientos taciturnos de sus caderas, en los debates de hacerlo en otro lado diferente a la cama, en sus ojos fijos mientras lo hacíamos, en su boca húmeda entre abierta, en mi esfuerzo por contenerme y en la sensación lenta que rebozaba en una temblorosa y arrítmica distención de mis extremidades.

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Regreso al cuarto con una tierna picardía que rebotaba en mi vestir de cucos sin sostén, me hallo sutilmente en la cama repleta de sudor al lado de él quién dormía como si el sueño fuese un éxtasis interminable y lo besaba en silencio en su espalda haciendo camino para ir al cuello y así terminar en su boca mientras mis senos hacían un perfecto y cómodo tetris con su pecho. Estaba perdiendo la batalla contra su buen dormir hasta que me vi de pie fuera del cuarto observando la sombra de un hombre que miraba la vida nocturna en mi ventanal.

De repente mis dedos comenzaron a dibujar un camino espiral en mis pezones, mi cuerpo caminaba hacia él acortando cada vez más la distancia, me miraba fijo a los ojos y luego a las piernas, estaba cerca y la excitación hacia mi boca seca y entre abierta.

Respiraba tranquilo con observación lenta mientras su nariz rosaba mis labios, sus manos imponían ligereza y me impulsaban sutilmente para yacer mis muslos en su cintura. Estábamos de pie en una sola presencia, reflejados por luz tenue de la calle, me besaba de igual forma en que movía sus caderas, todo era sincronía, contraluz y frio intenso en mi espalda apoyada en el ventanal que guardaba el secreto en silencio.

Me vi en el rito urgente de darle la espalda, de sostenerme en puntas mientras mis manos se daban la libertad de rebotar con fuerza en su pelo y de apoyarse en el vidrio dejando una huella borrosa por cada movimiento directo que hacíamos él y yo en conjunto. Su respiración besaba mi cuello, su mano cubría mi boca con un dedo adentro y los huesos de mis caderas eran el péndulo que rebotaba con lo suyo. Se deshizo de mis cucos humedeciéndose la boca con la lengua una y otra vez… ya no había tregua su blancura ya era de un tono candente, su pantalón ya no existía y la densidad del sudor hacía fricción con el silencio.

Estábamos a merced mutua sin importar el trajín del exterior, los carros pasaban de vez en vez y la gente taciturna caminaba a media luz en los apartamentos que hacían paisaje en frente. Lo sentía cerca, quería penetrarme pero un brazo rebota al caer en mi pecho, los ojos despiertan, mi cuerpo sigue en la cama, él continua dormido… y yo me levanto con las mismas ganas de querer tener sexo.

Karma.                                                                                                     

                                                                                                                                                         



                                                                                                                   Todo nace de la imaginación.
                             Dedicado a los que querían que 
el Karma y el Sexo estuvieran en una sola historia,
y a Marcel Proust por la inspiración 
                                                                                                                                                   Gracias.
                                                                                                                                                 

@lorenaylonen

 


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